lunes, 11 de abril de 2011

Qué es amar?

Nosé , es lo unico que les puedo decir, no soy una persona que haya vivido millones de años ni haya tenido muchas parejas , no estoy capacitada para hacer una descripción de tal palabra.
Pero les podria explicar lo que yo, una joven de 18 años que apenas lleva 5 meses con su primer novio, está sintiendo.
Cuando lo veo esas "mariposas" despiertan y revolotean y ojalá fuera solo eso como que hacen que mi cuerpo vibre, mis piernas tiemblas y una felicidad infinita llega hacia mi.
Cuando me toca mi piel se estremece.
Cuando me besa mi mundo cambia solo yo y el habitamos en el , pierdo el sentido de la razón y de tiempo.
Cuando me abraza me siento segura , nunca quisiera salir de ahi .
Cuando me toca,mis nervios están presentes a flor de piel.
Cuando me mira a los ojos me cohíbe.
Cuando no está conmigo me falta el aire y los deseos de llorar son iminentes.
Nosé si eso será amar? pero eso es cuando estoy con él.

¿Qué es morir?

Dijo Montaigne que filosofar es aprender a morir. Y como bien sabemos, la muerte es lo único seguro. Se suele decir que la sabiduría esta ligada a la resignación ante la muerte y también, en el saber renunciar a lo pasajero de la vida, a la felicidad efímera de la existencia. Yo creo que , en el mejor de los casos, con el pasar de los años vamos perdiendo cosas, digamos que la vida es un lento desprenderse que acaba cuando uno ya lo ha dejado todo.
Sin embargo, la historia del conocimiento humano parece en última instancia un desafio a la muerte, o al menos, el anhelo de correr el límite, lo más lejos posible... al punto que vivir y durar a veces se presentan como dudosos sinónimos.
¡Qué dificil es hablar sobre la muerte! Socrates habría dicho que mientras uno está ahí, ella no está; y cuando ella llega, uno ya se ha ido.

domingo, 10 de abril de 2011

Relacion Padres-Hijo


Padre y madre, testimonio del amor humano. Tan tierno y universal sentimiento fue el eje de las deliberaciones de alrededor de 500 padres de familia, provenientes de distintos lugares del país y congregados por el IV Congreso de la Fundación Padres, efectuado recientemente en el parque Temaikén, de Escobar, provincia de Buenos Aires. El encuentro estuvo dedicado a reflexionar sobre el amor natural que confiere sentido, estabilidad y trascendencia a la relación entre padres e hijos.
Uno de los primeros conceptos movilizadores propuestos a los participantes del congreso es el que se refiere a la naturaleza singularísima del amor paternal y maternal, considerado una de las fuerzas que mueven cotidianamente al mundo. Se tomó como punto de partida la idea de que el amor de los padres a los hijos es sin dudas un sentimiento humano insuperable, no sólo por su potencia sino también por su incontaminada pureza.
En el documento utilizado como base para las deliberaciones, se señala que el amor del padre hacia su hijo es normalmente superior, en caudal de intensidad y en capacidad de entrega, al amor que el hijo experimenta respecto de sus padress. Y eso es así, se observa, como consecuencia de una espiral de crecimiento que está en la naturaleza misma del desarrollo humano.
Del mismo modo que en el deber o el ideal de todo alumno está implícita la aspiración de superar a su maestro, todo hijo está convocado, por ley natural, a superar a su padre. Y la misión de los padres es, justamente, hacerse superar por sus hijos. Como lo recordó uno de los participantes, el rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, doctor Horacio Sanguinetti, uno de los pasajes más bellos de La Ilíada es aquel en el cual el héroe troyano Héctor les ruega a los dioses que alguien pueda decir alguna vez de su hijo: "Es mucho más valiente que su padre".
Hay en la base de la relación padre-hijo, por lo demás, un íntimo y compartido requerimiento de ejemplaridad. El hijo tiende a copiar el modelo paterno y, al mismo tiempo, a trascenderlo, a ir más allá de lo que ese modelo le propone. A satisfacer y ahondar esos diferentes impulsos, acaso contradictorios, confluyen todos los matices del intercambio emocional que alimentan la enorme vitalidad del vínculo entre padres e hijos.
Otro aspecto que se propuso como tema de análisis fue el relacionado con el valor de la palabra como elemento para la comunicación emocional y afectiva en la trama de las relaciones familiares. El peso de la palabra en la transmisión de valores y en la comunicación de paradigmas -hicieron notar varios participantes- se advierte con especial nitidez en el efecto ritual de los cuentos y los relatos infantiles que en el imaginario de todas las culturas cumplen la misión de acompañar a los niños a desarrollar sus fantasías y, por las noches, a conciliar el sueño.
También se analizó el significado del amor como acción humana que es necesario, y posible, mejorar e incrementar minuto tras minuto, día tras día. Y se intercambiaron ideas sobre el papel fundamental que están llamados a desempeñar, al lado del amor, otros dos componentes del ánimo: la protección y la disponibilidad. La protección, se dijo, es un sostén indispensable para el hijo, amenazado en muchos casos por un disgregador sentimiento de indefensión frente al mundo. En cuanto a la disponibilidad, se la definió como ese impulso incontenible que bien podría manifestarse con estas palabras: "Estoy con vos". O con estas otras: "Voy a ser tu acompañante en toda hora y en toda circunstancia". La disponibilidad, en suma, es esa fuerza del sentimiento y del espíritu que convierte y transfigura al amor en una fuerza incondicional.
El IV Congreso del Proyecto Padres ha dejado muchas otras propuestas de inestimable valor y de gran significación espiritual y filosófica. En medio de ese torrente de vida natural que es el parque Temaikén, los conmovedores testimonios representaron un valiosísimo paso adelante en el esfuerzo por rescatar los principios que más contribuyen a mejorar y a dignificar la relación entre padres e hijos. Acaso ayude a sintetizar el espíritu que late debajo de esos testimonios esta frase insuperable de Goethe, contenida en el documento que presidió las deliberaciones: "Da más fuerza el saberse amado que el saberse fuerte".
Por supuesto, el amor entre padres e hijos no es -o debe ser- complacencia ni aceptación de la conducta del otro. Ese amor es, antes que nada, exigencia. Y es, a la vez, invitación a la autoexigencia. No se concibe el amor sin un fuerte estímulo para lograr que el otro crezca en el esfuerzo, en la capacidad de entrega, en la voluntad de ser cada día mejor. Y, sobre todo, en la verdad que emana de la lección del ejemplo, que, como decía José Manuel de Estrada, "aventaja a todas en elocuencia".
La adolescencia es la etapa en la que la crisis evolutiva primordial consiste en la búsqueda de la identidad. Para el varón, la identidad adulta se define en gran medida en relación con la actividad laboral ("soy médico"). En consecuencia, la adolescencia y la identidad en aumento se convierten en una preparación para esta identidad adulta ("tengo que escoger asignaturas de ciencias y tomarme en serio los estudios para llegar a ser médico").

Sin embargo, parece que este proceso es muy distinto para la adolescente. Tradicionalmente, las chicas no prevén que el trabajo fuera de casa pueda constituir para ellas una importante raíz de su identidad. Incluso hoy día, muchas universitarias dicen a menudo que se preparan para ser profesoras o trabajadoras sociales, pero no porque quieran educar las mentes de los jóvenes o porque deseen hacer buenas obras en beneficio de la humanidad, sino porque "tendrán algo a lo que recurrir" (en caso de quedarse viudas de forma imprevista o de divorcio). No consideran que el trabajo o la ocupación constituya una fuente importante de su identidad. Por el contrario, la prioridad fundamental sigue siendo la familia y la principal fuente de identidad es el marido y, más adelante, los hijos, es decir, el papel de esposa y madre. El hombre se ve a sí mismo como médico; la mujer se ve a sí misma como la esposa del médico.

Las mujeres jóvenes de hoy día hablan de tener una carrera, pero bajando a los detalles, sus expectativas vitales siguen siendo tan tradicionales que con-cuerdan con la de tener un puesto de trabajo, pero no una carrera. Muchas mujeres planean interrupciones importantes de su trabajo, y eso puede hacerse con un puesto de trabajo, pero, por regla general, no es posible con una carrera. 

Las expectativas con respecto a la división del trabajo son tradicionales: las mujeres jóvenes esperan responsabilizarse, ante todo, del cuidado cotidiano de los niños, y piensan que dejarían una reunión de trabajo importante cuando un niño estuviese enfermo. 

Aunque las universitarias han ido ampliando sus opciones de elección de carrera hacia campos en los que, tradicionalmente, predominaban los varones, no se ha producido un cambio paralelo de su pensamiento con respecto a la primacía de la atención a los niños y a la casa. Quizá no tuvieran que plantearse estos dilemas. No obstante, es probable que las universitarias no tengan ideas muy realistas de los dilemas entre trabajo y familia a los que tienen que enfrentarse hoy día las mujeres adultas. De manera bastante poco realista, piensan que podrán simultanear su papel tradicional de esposa y madre con el mantenimiento de una carrera estimulante, sin verse en la obligación de hacer-difíciles elecciones a lo largo de la vida.

En el período final de la adolescencia, cuando el varón lucha por desarrollar una identidad adulta, vemos que las mujeres posponen la formación de su identidad, tratando de mantener una identidad flexible que pueda adaptarse al aún desconocido esposo. La formación de una identidad característica podría impedir el matrimonio de la chica. Por ejemplo, una muchacha puede decidir convertirse en la mejor física nuclear del mundo. Pero, si más tarde encuentra al hombre de sus sueños, con la única salvedad de que él no piensa casarse con la mejor física nuclear del mundo, puede acabar con la perspectiva de un buen matrimonio para ella. Esta es una especie de preparación para las contingencias para describir este fenómeno.

La flexibilidad se imprime en la personalidad de la mujer, en el proceso de socialización, mediante la preparación para las eventualidades. La mujer vive adaptándose y preparándose para las contingencias previstas e imprevistas: las desconocidas cualidades del futuro marido, la falta de garantía del matrimonio, la posible necesidad económica de trabajo, la probable falta de hijos, la marcha de éstos del hogar y el divorcio o la viudedad. Para la mujer adolescente, la contingencia "matrimonio-esposo desconocido" es, sin duda, la más sobresaliente. Aunque el cambio de un trabajo a otro o el ingreso en la población activa y la salida de la misma pueda ir en detrimento del éxito profesional, en otros campos la flexibilidad es muy valiosa.

Si, en realidad, no controlamos las contingencias, la capacidad para adaptarse es muy funcional. Por tanto, hoy día, parecen haber surgido tres patrones de identidad de la mujer:

1. Papel y estereotipo tradicionales: esperar a casarse.

2. Éxito y papel acorde con el mismo: éxito en campos valorados en nuestra sociedad androcéntrica.

3. Identidad bimodal: compromiso con la familia y con la carrera.

Por desgracia, ninguna de las tres alternativas se libra del doble vínculo, que persiste en la medida en que subsista la incompatibilidad entre la feminidad y el éxito. La adolescente que escoge el papel tradicional puede descubrirse a sí misma y a otros preguntándose por qué no logra más éxitos en el mundo del trabajo. La chica que opta por la identidad orientada al éxito se verá cuestionada por carecer de marido e hijos; y la muchacha que escoja la identidad bimodal sufrirá las presiones que se susciten entre áreas opuestas de su vida.

Aunque la evolución puede ser muy semejante en mujeres y hombres durante la primera infancia y la niñez, la adolescencia supone una importante divergencia. Para la chica, las expectativas cambian de repente y entran en conflicto: el éxito no se recompensa como antes; se le exige la feminidad, y éxito y feminidad se consideran incompatibles, creando en ellas un doble vínculo o ambivalencia. Más tarde, en la adolescencia, la formación de la identidad se convierte en un proceso clave, pero las contingencias son tales que puede no realizarse en esta etapa, sino que se posponen.

Problemas Alimenticios

Los problemas alimenticios que usualmente experimenta el adolescente son resultado de depresiones, malos hábitos de nutrición y por el hecho de querer las comidas de moda. Pero, aparte de esto, existen dos desórdenes psiquiátricos de la alimentación: la bulimia y la anorexia nervosa, que actualmente están más presentes especialmente en las jóvenes.
Según investigaciones realizadas en Estados Unidos, 10 de cada 100 mujeres jóvenes sufren de un desorden de la alimentación; ciertamente también se encuentra esto en jóvenes, pero es menos frecuente.
Ante esto, muchos padres de familia se preguntan cómo se pueden reconocer los síntomas de la anorexia nervosa y de la bulimia, puesto que muchos adolescentes pueden ocultar a sus familias por meses o aun por años estos desórdenes de posibles consecuencias serias o fatales.
Síntomas de la anorexia nerviosa:
La joven con anorexia nervosa es típicamente una perfeccionista. En su mente tiene la firme creencia -irracional- que está gruesa inclusive cuando pierde mucho peso y se pone muy delgada. Esta persona siente la necesidad de tener en control de su propia vida, experimentando este control sólo cuando niega la demanda que su cuerpo necesita de comida. Es su obsesión por adelgazar, la adolescente poco a poco se está matando a causa de su régimen de hambre. Esto puede llegar a situaciones muy serias de dañar su cuerpo, e inclusive hasta puede llevarla a la muerte.
Síntomas de la bulimia:
Los síntomas de esta enfermedad se identifican al momento que la persona ingiere grandes cantidades de comida de altas calorías y luego se purga de estas calorías vomitado y/o usando laxantes.
Además, esta excesiva alimentación puede alternarse con dietas extremas que trae como consecuencia fluctuaciones de peso dramáticas. Las repetidas purgas traen consigo un peligro muy serio a la salud física, incluyendo la deshidratación, el desequilibrio hormonal, el agotamiento de minerales importantes y el daño a los órganos vitales.
Asimismo, las personas que padecen esta enfermedad suelen experimentar depresión, ansiedad y abuso de substancias.
El tratamiento para estas personas debe ser comprensivo y requiere de un tratamiento en equipo; es decir mucha colaboración de los familiares, amigos y médico.
Es importante el que se reconozcan estos problemas y se les de el tratamiento apropiado.



StayStrong.~